El primer bote de la familia Ceballos.


Una nueva foto del archivo fotográfico de la Fedac, con el número 91598 y publicada en la página de Moisés Morán Vega, “Fotos Antiguas de Vela Latina Canaria”, me ha vuelto a brindar la oportunidad de contar algo más de nuestra rica historia marítima.


Foto 91598. FEDAC. El bote de la familia Ceballos en el Puerto de La Luz, 1927.

En este caso empezamos a tirar del hilo de la madeja al observar la foto, que probablemente se tomó en un día festivo, de regatas, imagen en la que aparece movimiento portuario del Puerto de La Luz, falúas navegando (de nuevo de la casa Miller), vapores y botes fondeados y veleros de paseo bolineando al fondo de la bahía.

En el primer plano aparece un bote con una vela latina, la tripulación habla distendida y en la proa un marinero mira por debajo de la vela para, probablemente, avisar al patrón de lo que sucede a sotavento de la misma. El patrón, joven, protegido por un cachorro y aparentemente con gafas de sol -algo novedoso para 1927-, gobierna la embarcación con actitud relajada.

El bote tiene las típicas formas de la embarcación de servicio de puerto de principios del siglo XX, roda recta, casi vertical, espejo en la popa con la típica forma redondeada en su parte superior, escasa manga en relación a la eslora y un arrufo generoso. La presencia de un timón colgado en el espejo ya nos apunta a que, aunque pudiera ser un bote exclusivamente de remo en su origen, en aquel momento se utilizaba para la navegación a vela. Se observan los detalles constructivos típicos de las embarcaciones canarias, tablazón a tope, cinta, cintón, roda, capillo, etc.


Foto 91598. FEDAC. Detalle del patrón de la embarcación aquel festivo de 1927. Don Sebastián Ceballos, abuelo de Santiago Ceballos Pérez.

La embarcación tiene cubiertas laterales con corredores y unas exageradamente elevadas falcas y el aparejo, latino, no es como el de los actuales botes, sino se asemeja más al usado en el mediterráneo, con un palo más corto -aunque eso sí, en candela, sin tiro a proa-, y el zuncho o amarre ubicado por debajo de la mitad de la palanca.

No obstante, sí observamos que el resto de la jarcia de labor era similar, en 1927, a la utilizada actualmente en los botes de competición. La vela, en su amura, tiene un martillo de parecida longitud a la que se estila hoy en día y la amura, la escota, la driza y los obenques parecen de similar hechura y utilización que la de los botes que navegan en el siglo XXI, apreciándose las mureras, las escoteras y un elemento de amarre de la amura en la falca, en proa (esta forma de amarrar la amura sí se ha modificado con el paso del tiempo).

Otro aspecto a destacar es la presencia de una imagen en las amuras, tradición que se ha mantenido hasta nuestros días, en este caso parece una luna menguante y una estrella. Bajo mi punto de vista no cabe duda de que el bote, al menos aquel día, se dedicaba a la navegación recreativa y se dirigía, probablemente, a realizar algún tipo de pega, competición o regata.


Foto 91598. FEDAC. Detalle de la amura con la luna, la estrella y el folio, y el marinero mirando a sotavento por debajo de la vela latina.


Tirando del hilo aún más es donde la historia se empieza a poner interesante. Si ampliamos la foto distinguimos claramente su folio, el 1007, por supuesto de la lista cuarta, tráfico interior de puerto, y del Registro de Las Palmas, y con esos datos podemos saber que el bote tenía el poco común nombre de “Erasma” y había sido construido en 1910 de Santa Cruz de Tenerife por un carpintero desconocido y matriculado con el folio 637 de la cuarta lista del lugar antes de ser comprado por Don Santiago Ceballos poco después de ser construido, a principios de 1911. El bote costó 237 pesetas.


Registro de buques de Las Palmas, vista parcial del Asiento de la embarcación “Erasma”, folio 1007 de la lista cuarta. Archivo de la Capitanía Marítima en Las Palmas.

El resto de la historia me la cuenta Santiago Ceballos Pérez, “Santi”, conocido y laureado regatista gran canario, y uno entiende ahora, viniendo de semejante estirpe de navegantes, su afición a la vela, deporte en el que acumuló un sinfín de éxitos en la vela de ligera, de cruceros y latina.

Como ya citamos, el humilde bote lo compró Don Santiago Ceballos, bisabuelo de Santi, que por aquel entonces vivía en Agaete.  Aunque el bote era de reducidas dimensiones (en la hoja de asiento rezaban sus dimensiones, aparentemente redondeadas, medía 5.25 metros de eslora, 1.50 metros de eslora y 0.60 metros de manga), los Ceballos se dedicaban al tráfico de mercancías entre Agaete y Santa Cruz de Tenerife. No podemos sino imaginar que cada travesía entre los dos puertos era una aventura para una pequeña embarcación abierta y que quizás la necesidad de asegurar la embarcación estaba detrás de la construcción de los corredores y de esas altas falcas, realizadas con el fin de retrasar la entrada del agua al interior en el caso de la escora y protegerla de los rociones.

Así se forjaron marinos como los Ceballos, familia que como tantas otras de Agaete (incluida la mía), emigraron desde el noroeste de la isla a un incipiente Puerto de La Luz a principios del siglo XX, asentándose desde las inmediaciones de la Isleta o del istmo, hasta la playa de Santa Catalina, actual playa de Las Alcaravaneras.

Los Ceballos, Don Santiago y su hijo Sebastián, ya eran expertos navegantes a vela cuando llegaron a Las Palmas, y supongo que el bote siguió sirviendo para el trabajo y para el ocio, hasta que fue retratado en 1927, en un día festivo, bajo el mando de Don Sebastián Ceballos con su cachorro calado como siempre lo había hecho.

Pasaron los años y a aquel bote, que en algún momento tuvo horas más bajas y sin embargo se recuperó, si atendemos a que incluso, por motivos que se desconocen, cambió de folio, del 1007 al 1991 de la lista cuarta, pasándose a llamar “Juanita” -quizás por ser Doña Juana Martín, esposa de Don Santiago Ceballos, quién impulsó la compra en 1910-, le quedaban años más gloriosos, ¡quién lo iba a decir!, después de tantas millas navegadas.


Regata de botes y barquillos en la playa de Las Canteras. Mediados del siglo XX. Cortesía de Santiago Ceballos Pérez.


El “Juanita”, antes “Erasma”, navegando con el nuevo folio en sus amuras. Cortesía de Santiago Ceballos Pérez.

Y lo digo porque la embarcación que aparece en la foto de la Fedac no es otra que el primer “Perico”, el mismo que junto otras embarcaciones y de la mano de un grupo de voluntarios desinteresados iniciaron a mediados de los años 50 del siglo XX el resurgir de las competiciones de vela latina en Las Palmas de Gran Canaria, que se habían desvanecido en la posguerra, empezando a navegar desde la playa de Las Canteras. 

Sebastián Ceballos Perdomo, “Chanito”, inscribió el primer “Perico” en el primer campeonato de 1962, en la serie B de botes menores, como podemos observar en el documento que se muestra.


Inscripción del primer “Perico” en la renovada competición del año 1962, realizada por Sebastián “Chanito” Ceballos. Cortesía de Santiago Ceballos Pérez.

El ”Perico” Aparece como inscrito en la temporada del año siguiente según reza en el libro “Botes y Barquillos de Vela Latina Canaria” de Juan Armando Mentado Gil, siendo 1963 el último año en el que el pequeño bote navega en las competiciones.


El “Perico” saliendo del Túnel de La Laja. Probablemente año 1962 o 1963.

Esta historia de experimentados regatistas y avezados navegantes no es sino una de las muchas que conforman los orígenes y la evolución de la competición de vela latina en Las Palmas de Gran Canaria. Mucho se ha hablado de su origen pesquero o portuario, de la aparición de competiciones en eventos celebrados durante fiestas locales, como las del barrio marinero de San Cristóbal, del uso de la vela latina en botes en el ámbito portuario, desde San Telmo al Puerto de La Luz, pero ahora conocemos un poco más, una familia que se aventuraba en mar abierto con un pequeño bote aparejado con vela latina para comerciar entre Gran Canaria y Tenerife y que con el tiempo sería parte de la historia viva de nuestro vernáculo deporte.

Daniel Rodríguez Zaragoza. 23-01-2019.

Agradecimientos:

Santiago “Santi” Ceballos Pérez.

Moisés Morán Vega.

Bibliografía.

Archivo de fotografía histórica de Canarias. Fedac. Cabildo Insular de Gran Canaria.

Archivo de la Capitanía Marítima en Las Palmas.

Botes y Barquillos de la Vela Latina Canaria. Guía Didáctica. Juan Armando Mentado Gil. Depósito Legal 45-1989. ISBN 84-87137-54-7. Viceconsejería de Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias.

Anexo:

Vocabulario.

-  Amura. Cabo o cuerda que sirve para amarrar o fijar la vela en el extremo de proa de la embarcación.
-  Amura del casco. El costado del mismo en la proa.
-  Arrufo. Contorno o figura longitudinal de la cubierta de una embarcación.
- Bote. Embarcación de la Vela Latina Canaria. Su principal diferencia con otras embarcaciones tradicionales de las Islas Canarias es que posee espejo.
-  Capillo. Parte de la roda por encima de la cubierta.
-  Cinta. Tabla reforzada que fija la posición de la cubierta y con la que se da el contorno o arrufo de la embarcación.
-  Cintón. Listón longitudinal con una sección compleja que fijado a la cinta protege a la misma de golpes y embellece la embarcación.
-  Corredores. Pequeñas cubiertas laterales en los botes de Vela Latina Canaria.
-  Driza. Maniobra, constituida por cabo o cuerda, que tiene como función subir y bajar la vela.
-  En candela. Se dice del palo sin tiro o caída.
-  Escota. Cabo o cuerda que sirve para controlar la tensión de la vela en navegación
-  Escotera. Herraje, en forma de gancho invertido, que situado en el espejo facilita el paso de la escota a través de él.
-  Eslora. Largo de la embarcación.
-  Espejo. Pieza transversal y plana que forma la popa del bote.
- Falca. Piezas verticales del casco que limitan de proa a popa los corredores por el interior de la embarcación retrasando, por su altura, la entrada de agua en el bote.
- Jarcia. Conjunto de maniobras que permiten a una embarcación navegar a vela. En la Vela Latina Canaria, prácticamente toda la jarcia es de labor, es decir, no se encuentra fija en navegación.
- Martillo. Parte de la vela cerca del puño de amura que no se encuentra envergada o unida a la palanca.
- Murera. Herraje en forma de gancho invertido que situado en la roda facilita el paso de la amura a través de él.
Obenques. Maniobras situadas a los costados del palo que se aflojan y tensan alternativamente para evitar que el mástil se parta debido a la acción del viento sobre la vela.
- Palanca. Percha o vara. Pieza larga de madera a la cual va envergada, unida, la vela.
- Palo. Mástil del bote que soporta a la vela en navegación. 
- Pega, pechada. Regata en la que se compite por parejas de botes, “bote contra bote”. A este tipo de competiciones se les denomina “match race” en otras modalidades de vela deportiva.
- Puño de amura. El vértice del triángulo de la vela limitado por la relinga (unida a la palanca) y el estero (lado inferior). Vértice delantero.
- Puño de driza, pico, pena. El vértice del triángulo de la vela limitado por la relinga y la baluma (lado trasero, libre, de la vela). Vértice superior.
- Puño de escota. El vértice del triángulo de la vela limitado por la baluma y el estero. Vértice trasero.
- Roda. Es la pieza que forma la proa del bote.
- Roldana del palo. Herraje que permite a la driza cambiar de dirección en la cabeza o parte superior del mástil.
- Sotavento. Es un término relativo. Se refiere a la banda o al bote que está más alejado del viento respecto al otro costado o embarcación respectivamente.
- Tablazón. Las distintas tablas que forman el forro del casco.
- Vela latina. Vela de forma triangular de procedencia mediterránea.
- Zuncho, suncho. Del palo o de la palanca. Piezas metálicas, hoy en día de acero inoxidable, que fijan el palo en la fogonadura situada en el banco y que unen la palanca a la driza respectivamente. T







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