El “Nuevo Teide”, paradigma de la navegación a vela en Canarias durante el siglo XX. Capítulo I. Su construcción, José Acosta y los varaderos de Blandy Brothers.
El pailebot "Nuevo Teide". Foto del Rol. 1947. Archivos de la Capitanía
Marítima de Santa Cruz de Tenerife.
En el declive de la navegación a vela en las potencias que
dominaban el transporte marítimo, doblegada por el uso del vapor como medio
principal de propulsión de los buques, la pequeña economía canaria, a
principios del siglo XX, todavía estaba interesada en la construcción y uso de
embarcaciones propulsadas a vela en los astilleros locales, y fue así durante
unos cuantos años más. El último pailebot de respetables dimensiones que se
deslizó por las gradas de los astilleros de Las Palmas fue el “Ligero”, en
1927, casi tres décadas después que la construcción de la embarcación que nos
ocupa, mientras que hasta 1950, y en algunos casos más allá de esa fecha, se
construyen embarcaciones de pesca exclusivamente propulsadas por la acción del
viento sobre sus velas, fundamentalmente dedicadas a la pesca en la vecina
costa de África.
Se puede decir que el “Nuevo Teide” se construyó en una
tardía pero floreciente etapa en la carpintería de ribera de la ciudad de Las
Palmas de Gran Canaria, impulsada por el creciente comercio entre los pequeños
puertos de las islas y el despegue del Puerto de La Luz, que se erigía como
primera instalación portuaria del archipiélago, estando entre las instalaciones
con un mayor tráfico de España. No obstante, duro poco la bonanza, el principio
del fin de los veleros empezó con la Primera Guerra Mundial, circunstancia que
sumió en una profunda crisis a las islas, y que cambiaría muchos aspectos de su
economía para siempre.
El cabotaje insular animo a muchos empresarios, desde
mediados del siglo XIX, a embarcarse en la adquisición o construcción de nuevas
embarcaciones con el que abastecer por el mar las distintas localidades de las
islas, favoreciendo el tráfico de bienes y productos de unas islas a otras o
incluso entre puertos de la misma isla. La carencia de unas comunicaciones
terrestres adecuadas fomentaba el traslado de todo tipo de mercancías por mar.
El mantenimiento de veleros para el transporte marítimo
español durante el siglo XX fue especialmente tenaz en las Islas Canarias,
pudiéndose pensar que existían al menos, cuatro causas principales que
facilitaban la preferencia de este tipo de embarcaciones sobre los vapores, por
un lado una cierta autarquía de la construcción naval canaria, la existencia de
materiales, madera del país, de contrastada calidad y de los excelentes y
expertos profesionales necesarios para ejecutar dichas obras, la adecuación del
tamaño de los barcos a los tráficos que se pretendían realizar, la barata
importación de veleros en desuso de otras latitudes, península e Inglaterra
principalmente, y por último, y sobre todo, la abundancia del necesario
elemento propulsivo en las islas, el viento.
En este contexto, en 1902, se construyó el “Nuevo Teide”, y
no se hizo en los conocidos astilleros situados cerca del Muelle de Las Palmas,
en las inmediaciones del futuro Parque de San Telmo, gradas al aire libre donde
los carpinteros venían ejecutando, con contrastada destreza, durante siglos,
todo tipo de construcciones de embarcaciones, desde fragatas, bergantines y pailebotes
a lanchas y barquillos.
Maestros, oficiales y aprendices, carpinteros de ribera en
las inmediaciones del Muelle de Las Palmas. Fedac. Fotos antiguas de Canarias,
detalle de la foto 14473. 1890-1895.
El pailebot que nos ocupa se completó en las instalaciones de
la mercantil Blandy Brothers y Compañía, donde trabajaba el maestro carpintero
de ribera, a cargo de quien estaba el diseño y construcción de la embarcación, Don
José Acosta Domínguez.
Imagen general de las instalaciones
de los varaderos de Blandy Brothers, donde no sólo se construían barcos, sino
que se reparaban o carenaban los cascos de los mismos. Foto colección de Mario
Armas Ballester. Sin datar.
Poco tiempo de vida le quedaba a aquellos varaderos cercanos
al denostado Muelle de Las Palmas, doblegados bajo el impulso creciente del
Puerto del Refugio, posteriormente de La Luz, que crecía sin parar. Los
responsables de la capital querían ordenar el espacio que ocupaba la industria
de la carpintería de ribera para dedicarlos a otros usos comunes demandados por
la ciudadanía. En 1907 el Comandante de Marina publicó un edicto en el que se
daba el plazo de 1 año para que los carpinteros que quedaban en aquel lugar se
trasladasen al Puerto de La Luz, no obstante el traslado fue más lento de lo
deseado y la última embarcación documentada que se construyó en aquella parte
de la ciudad fue el famoso balandro “Tirma”, perteneciente a socios de un
incipiente Real Club Náutico de Gran Canaria, en 1910.
Mientras tanto, en los varaderos de la casa Blandy la
actividad era frenética, y la construcción de embarcaciones no paraba, siempre
bajo la batuta de Maestro Pepe Acosta, como se le conocía.
Para el cabotaje se ha podido documentar la construcción
en las instalaciones de Blandy Brothers y Compañía de los siguientes pailebotes
o balandras de madera, con matrícula de Las Palmas.
Fuente: elaboración propia, DRZ.
Para la pesca, también bajo la dirección de Don José Acosta
Domínguez se construyeron los siguientes veleros, en madera, con matrícula de
Las Palmas:
Fuente: elaboración propia, DRZ.
Solicitud de Blandy Brothers and Co.
Ltd. para construir uno de los últimos grandes pailebots terminados en La Luz,
el “Ligero”, de 1928. Hay que destacar que se reflejó en el documento que era
la construcción número 276 de los varaderos. Archivos de la Capitanía Marítima
en Las Palmas.
Pero si hay un apartado donde las cifras impresionan es lo
que respecta a aquellas embarcaciones matriculadas en la lista cuarta,
correspondiente a embarcaciones de actividad portuaria, gabarras, chatas,
aljibes, falúas, remolcadores, candrays, etc.
En la siguiente lista se muestran el número de
embarcaciones construidas para el servicio portuario, mayores de 10 metros de
eslora, con matrícula de Las Palmas, incluyéndose y el arqueo bruto total de
las mismas.
Fuente: elaboración propia, DRZ.
No obstante, hay que aclarar que todas las embarcaciones
realizadas para la operativa portuaria no se realizaron en madera, en concreto
el varadero de Blandy fue el primero que realizó gabarras o chatas de “hierro”,
como se les llamaba, debido a sus proporciones. Fue en el año 1899 cuando se
construyeron las primeras 5 unidades, de las cuales se alababa su diseño, como
las del “Támesis” constataba la prensa de la época.
A partir de 1906 la construcción de gabarras, chatas y
aljibes se realizó principalmente en acero como material de construcción. En
las gradas de la Blandy se construyeron también dos remolcadores “hermanos” de gran
historia en el Puerto de La Luz, el “Hanza” y el “Cory”, en 1909 y 1912
respectivamente.
La grúa a vapor de la casa Blandy iza
un codaste de acero, probablemente de uno de los remolcadores construidos en el
varadero. Colección Mario Armas Ballester. Sin datar.
La influencia inglesa se hacía notar tanto por la
construcción en acero como en el diseño de aquellos remolcadores y el
incipiente uso de máquinas de vapor para la propulsión de las falúas, como se
comprobó en la primera serie de falúas para pasaje, construidas y diseñadas por
Don José Acosta entre 1902 y 1904. Seis falúas con nombre de planetas que
sirvieron con prestancia a la vida portuaria, transportando pasajeros desde los
barcos fondeados hasta tierra y viceversa.
Acerca de la evidente aportación del Reino Unido a la forma
de trabajar y al diseño de embarcaciones, el Ingeniero Mecánico jefe de los
talleres y varaderos Blandy hasta 1914 era C.H. Steven, que no sólo tenía a su
cargo las nuevas construcciones, sino que además dirigía las operaciones de
reparación de los barcos que varaban en aquellas instalaciones.
Actividad industrial en las
instalaciones de la inglesa “Blandy Brothers and Co, Ltd.”. Colección Mario
Armas Ballester. Sin datar.
En este contexto parecía claro que bien pudieron estar los
diseños de Don José Acosta influidos por las reglas y prácticas de una de las
primeras potencias constructoras de la época, más siendo una persona instruida,
siendo una prueba de ello el hecho de adquirir la condición de Maestro Mayor de
Bahía en 1903.
La figura militar de Maestro Mayor de Bahía se puede
considerar como la precursora de los inspectores de buques actuales. Los
Capitanes Generales, en este caso del Departamento de Cádiz, al cual
pertenecían las islas, nombraban, de acuerdo con la Real Orden de 24 de
noviembre de 1858, Cabos maestros de la Maestranza de los Arsenales que
hubieran trabajado al menos en los Arsenales de la Armada o en buques del
Estado para ocupar el puesto citado, y si no reunían las condiciones
requeridas, tenían que demostrar su actitud en un examen teórico práctico a
realizar, en este caso, en el Arsenal de Cádiz.
Vista parcial de un certificado de
reconocimiento de la embarcación “Pioneer” firmado (abajo a la derecha) por el
Maestro Mayor de Bahía, don José Acosta, en 1916. Archivos de la Capitanía Marítima
en Las Palmas.
En noviembre de 1903 Pepe Acosta superó la oposición en Cádiz
y sustituyó al Maestro carpintero Camilo Miranda, que por aquel entonces
trabajaba en la Casa Wilson y que fue nombrado Maestro Mayor provisionalmente a
la muerte del Maestro Manuel Márquez que a su vez heredó el puesto del
histórico Maestro canario don Tiburcio Miranda. Estos dos últimos trabajaron en
los astilleros de San Telmo.
Así pues, de las manos del Maestro, el cual, todavía con 93
años, en el año 1951, tal y como rezaba el periódico La Provincia, en su
edición de 6 de marzo, “…seguía firme en
el trabajo, no queriendo dejar en ningún momento sus planos, plantillas y
modelos…” surgió el diseño de un barco, el "Nuevo Teide", sobre el que orbita
nuestro relato.
De acuerdo con el Registro de Buques de la Matrícula de Las
Palmas la embarcación "Nuevo Teide" se matriculó con el folio 40 de la lista segunda, la que
procedía para el registro de barcos de cabotaje. Las dimensiones del casco eran
las siguientes:
·
Eslora
(largo del casco): 23.88 metros.
·
Manga
(ancho del casco): 6.68 metros.
·
Puntal
(alto del casco): 2.81 metros.
Primera inscripción de la embarcación “Nuevo Teide”, en el
folio 40 de la lista segunda de la matrícula de Las Palmas. Archivos de la
Capitanía Marítima en Las Palmas.
En lo que respecta a estas dimensiones aclarar que la eslora
se medía en aquella época, y para barcos de madera a la altura de la cubierta
superior a los cantos exteriores de los alefrices de roda y codaste, que la
manga era tomada de fuera a fuera y que el puntal se tomaba desde el alefriz de
la quilla (prácticamente desde canto superior de la quilla medido por fuera del
casco) hasta el canto bajo de la cubierta.
Si comparamos las medidas del "Nuevo Teide" con el único
clásico que, restaurado, todavía existe en nuestras aguas, la "Bella Lucía",
obtenemos la siguiente tabla:
Fuente: elaboración propia, DRZ.
Tabla en las que las relaciones entre las dimensiones
principales, E/M; E/P; y M/P, que son los cocientes entre la eslora y la manga,
la eslora y el puntal y la manga y el puntal, respectivamente, que sirven para
comparar medidas.
Podemos observar que la tanto la Bella Lucía, construida en
1881 por el Maestro Manuel Márquez, como el Nuevo Teide de Don José Acosta tenían
similares relaciones entre sus dimensiones principales, ¿significa esta
similitud que tenían el mismo diseño?
No es una hipótesis descabellada pensar que con las
plantillas de la Bella Lucía se hiciera años después el pailebot que tratamos
en nuestra investigación.
Detalle de la foto 89432 de la Fedac que se asocia con la
botadura de la “Bella Lucía” (sin confirmar). Fedac. Fotos antiguas de Canarias.
Circa 1880.
Aunque no existen pruebas que corroboren esta teoría la
contestación es que muy probablemente las dos embarcaciones se construyeron con
la misma base de diseño y ¿quién sabe? lo mismo a partir de las mismas
plantillas con ligeras modificaciones. Pequeñas alteraciones que simplificaban
el trabajo a los carpinteros de ribera, y que permitían a los mismos adaptarse
a las necesidades del cliente. Modificar la posición longitudinal de las
cuadernas, añadir cuadernas, abrir o separar de crujía las plantillas para
ganar manga, añadir puntal con una tabla más, etc.
El tonelaje arqueado fue de 82.18 toneladas de arqueo bruto y
76,34 toneladas de arqueo neto, tal y como reza la hoja de asiento del buque. Este
arqueo, que mide el volumen del casco de la embarcación, era ligeramente menor
que el de la Bella Lucía, 85.80 toneladas de registro bruto, lo cual puede
indicar una cierta falta de precisión a la hora de tomar las dimensiones con
las que se obtenía el arqueo final de las embarcaciones.
.
Daniel Rodríguez Zaragoza. 1 de marzo de 2020. Continuará.
(*) Nota: el cálculo de arqueo o tonelaje bruto qué estaba en
vigor en aquella época partía del adoptado por la Comisión Internacional de
Constantinopla de 1873 y se basaba en la definición de una tonelada de arqueo
como la tonelada Moorson, que equivalía a 2.83 metros cúbicos, estableciéndose
para la medición del volumen del casco dos sistemas distintos, dos reglas,
igualmente válidas. El primer reglamento, basado en el del Constantinopla se
aprobó y publicó en la Gaceta de Madrid el 5 de diciembre de 1874, éste quedo
modificado por un Real Decreto publicado el 2 de octubre de 1900 en la citada
Gaceta, mejorándose ciertos aspectos de medición e introduciéndose consideraciones
para el cálculo del arqueo neto. Finalmente, el 19 de diciembre de 1909 se
publicó un tercer Reglamento de Arqueo que para ciertos tipos de embarcaciones
nacionales sigue en vigor en la actualidad. El arqueo neto constituía un
parámetro de la capacidad de carga de la embarcación, si multiplicamos el valor
obtenido para el “Nuevo Teide”, 76,34, por 2,83 obtendremos el volumen de carga
de la misma, en este caso aproximadamente 216 metros cúbicos, bajo cubierta.
Bibliografía.
Archivos de la Capitanía Marítima de Santa Cruz de Tenerife.
Archivos de la Capitanía Marítima en Las Palmas de Gran
Canaria.
FEDAC. Fotos antiguas de Canarias.
Jable. Hemeroteca digital de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Agradecimientos.
Mario Armas Ballester.
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